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Hoy no aparecí.

  • Foto del escritor: Itsue Nakaya Pérez
    Itsue Nakaya Pérez
  • 10 mar 2020
  • 4 Min. de lectura

Actualizado: 7 dic 2021

Carta a los hombres de mi vida,

Todo lo qué sobre violencia lo aprendí de un hombre.

Desde muy chica ya sabía que los hombres tenían derecho a opinar sobre mi cuerpo, a hacerme sentir menos, a hacerme sentir que valía o no por él. Recuerdo asomarme por la ventana del auto y ver a las mujeres en el frío, esperando paradas a que alguien comprara su cuerpo, siempre nuestro cuerpo como objeto de consumo o territorio de conquista. Sabía ya que los hombres tenían derecho de irse, que un padre podía estar ausente, pero la responsabilidad iba a caer sobre las madres. Recuerdo ver cada día con más indiferencia que las mujeres se tocan, se violan, se matan; acostumbrarme a ver en las noticias los cadáveres de las muertas, los rostros de las desaparecidas. Estaba tan resignada que cuando crecí y supe que yo también podía ser tocada, ya no diría nada. Vi a los hombres utilizar su fuerza, su gran inteligencia, su autoridad para manipularnos, para violentarnos, e incluso, para hacer que los amáramos. Me vi ser complice de ellos. Vi como los hombres trataban de descomponer cada espacio de nuestras vidas, haciéndonos dudar de nuestra propia autonomía. Vi a los hombres y tuve miedo, y empecé a vivir con miedo todos los días.

Hoy, quizá, tú sigas enseñándome sobre violencia.

Verás mi ausencia como algo inevitable. Recordarás esa vez en la que estaba borracha y me besé con muchos hombres. Dirás que era un puta, una zorra, una fácil. Imaginarás que estaba ebria, que salí muy noche, que usaba falda. Sabrás que alguien vio en mi cuerpo un derecho de satisfacerse, una oportunidad de negocio, un objeto más en un terreno baldío. Recordarás que era feminista y te burlarás de mi destino. Dirás a nosotros también nos matan, nos violan, nos torturan, y mientras lo dices no sentirás miedo alguno. Pensarás que soy una más y seguirás con tu vida. Seguirás con vida.

Pero si hoy me estás buscando puedes encontrarme en cada acción que hagas. Aparezco ahí donde me desaparecen tus chistes, donde callas frente a una injusticia, donde no gritas mi nombre; aparezco en esas veces que no escuchas a tu compañera, a tu alumna, a tu novia porque ya lo sabes todo, aparezco ahí, silenciada, en todas esas veces que no te cuestionas; aparezco ahí cuando no haces nada porque ya eres suficiente, porque ya eres mejor tu padre, que tu abuelo, porque no matas, no violas, realmente lo crees, no violentas; aparezco en la página pornográfica que buscas, mientras tu sigues viendo a ellas como "las otras", las mujeres que nacieron así amando ser humilladas, violadas, suicidadas, las que no son tu novia, tu hermana, tu madre, yo aparezco ahí siendo ellas; aparezco en la prostituta que rentas, creyendo que es consenso el decir "sí" después de recibir una paga, aparezco en la próxima mujer que cojas mientras está inconsciente y en las disculpas que pides diciendo que son cosas que pasan; aparezco en aquella que golpeas, aquellas de la que te burlas, aquella a la que engañas; aparezco en esa noticia que olvidas porque sólo es una muerta más.

Si hoy quieres hacer algo por mí, lo mejor que puedes hacer es desaparecer tú también: desaparecer aquello que creíste que tú eras, aquello que me desapareció.

Nadie tendrá que agradecerte nada, pero al menos, me habrás desaparecido un poco menos.

Carta a las mujeres de mi vida,

Todo lo que sé de valentía lo aprendí de una mujer.

Alzar la voz, no darme por vencida, decir mi palabra. Si he llegado a donde estoy es por las mujeres: por las que no conocí por darme los derechos que ahora tengo, por las de mi vida por impulsarme a seguir adelante. Por mi madre, por mis amigas, por mis maestras, por las mujeres que hoy rompen todo cuando una de nosotras desaparece, por las que escriben, por las que reflexionan, por las que actúan, por las que salen a gritar y por las que confrontan, por las que denuncian, por las que se aman, por las que apoyan, por todas, que todas me han enseñado algo.

Hoy, que no estoy, saldrás a buscarme.

Culparás al Estado, a las autoridades, a los hombres, y tendrás razón.

Tienes que saber que sí, hoy no estoy porque soy una mujer latinoamericana; que, quizá, si hubiera vivido en otro lado, hoy seguiría presente. Que las autoridades no hicieron lo suficiente. Que los hombres me culparon. Que en las redes se burlaron. Que cuando denunciaste me culpabilizaron.

Pero tienes que saber también que no hubiera deseado vivir en otro lado, en otra época, porque no las hubiera conocido. No habría aprendido a alzar la voz, a luchar, no sabría el valor de mi vida. No me habría sentido valiente, no habría llorado por tu inspiración, no sabría qué es ser fuerte.

Tienes que saber que no me arrepiento de haber salido, de haberme divertido, de haber ido a la escuela, de caminar por esa calle, no me arrepiento de nada porque ya no podía vivir con miedo, porque nunca más nos quitarán la vida.

Búscame, pero no te gastes la vida en eso.

Si no me encuentras, "ya no me busques, esa no soy yo". Y si me encuentras, no mires mi cuerpo: esa tampoco soy yo.

Pero sigue luchando, por las otras, por las que vienen, por las que necesitarán también una mujer como tú.

Sigue siendo el ejemplo de tantas y tantas que tú ni si quieras sabes que inspiras cada día.

Sigue creyendo a las mujeres y haciendo comunidad.

Sigue amando, sigue saliendo a divertirte, sigue soñando, un día más, no dejes que te conviertan en pesadilla.

Haz todo eso, pero sobre todo, sigue viviendo.

Si hoy no me encuentras, sigue luchando, yo lo seguiré haciendo.

 
 
 
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